martes, 25 de octubre de 2016

La caída

Era la más bella y sublime de las criaturas, tanto que no se mostró ni a los ángeles ni a los hombres. Apartada siempre de todos, tratada como algo que no puede siquiera contemplarse, el misterio que la envolvía me hizo sentir curiosidad por ese enigmático ser.

Recuerdo aún hoy, desde la oscuridad en que me encuentro, la primera vez que por casualidad su vista se topó con la mía. Me observó esa criatura con ojos azorados puesto que no había tenido contacto con nadie, salvo con quien la creó.
Tímidamente fue acercándose a mí, no retrocedí a pesar de la consigna que el más grande había dado de no mirarle siquiera, dejé que se diera cuenta de mi existencia, palpó mi ser con movimientos torpes y asustados, cuan feliz me sentí por su contacto.
A partir de aquel momento, nació entre nosotros un extraño sentimiento, muy pocas palabras entre ambos se daban pues no eran necesarias.
Siempre escondidos manteníamos nuestra amistad, pero era demasiado intensa que no pudo por mucho tiempo pasar desapercibida. Caro pagué el error de acercarme a quien no debía.
Había contagiado de un sinfín de emociones y pensamientos a quien no los poseía, por ello debía pagar un castigo, así fue decidido.
A pesar de mi fin inminente, no sentía temor, por el contrario el precio era poco comparado con la gloria de haberle conocido, fue de todo lo mejor que me pudo haber pasado.
En el momento de mi sacrificio, aquel beatífico ser se postró ante su creador y pidió, se le inmolara en mi lugar con tanto ahínco, que a él le conmovió con ese ruego y aceptó su proposición.
Cuando observé a ese ser, a quien yo estaba tan íntimamente ligado, sentí un dolor profundo en el corazón, su suerte ya estaba echada, no habría marcha atrás.       
Ver morir, a quien se supone no debe hacerlo nunca, hizo germinar en mí un sentimiento nuevo, así como una vez amé con gran fervor, ahora odiaba con esa misma intensidad a quien le dio la vida y ahora se la estaba quitando, en ese momento deseé ser como él para poder regresar a quien se había marchado, pero era imposible.
Le odié tanto que contra él guerreé pero fue una batalla que antes de comenzar ya estaba perdida. Se me arrojó de aquel lugar de luz para sumirme en la oscuridad.
Ahora ya nada tenía puesto que todo se me había quitado, fue entonces que en ese mundo frío y desolado una vez más le encontré, parecía dormir plácidamente, no quise molestarle.
Desde entonces me he dedicado a velar su sueño, a cuidar que nada le perturbe, porque esa criatura representa para mí lo que más he amado, tanto que no me importó transgredir las leyes y caer por el solo hecho de haberle conocido.  


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