martes, 13 de septiembre de 2016

¿Adónde vas?

Y en el último día, el hombre descubrió que él era el creador del hombre.


Los hijos del hombre dormían. El viento dejó de silbar. Las estrellas se extinguieron. La última verdad fue descubierta demasiado tarde. La humanidad pagó un alto precio por ésta.
Después de llegar al quid de la ciencia y la tecnología y una vez que el universo les reveló hasta el último de sus secretos, nada quedaba ya. 
 
Cuando creyeron que tenían que cruzar otras dimensiones para hallar las respuestas que pensaron, sólo la eternidad poseía, descubrieron que éstas estaban cerca y eran más evidentes de lo que imaginaron.
Cuando afirmaron con contundencia que esa entidad metafísica desconocida llamada Dios, era sólo un puñado de neuronas que respondía a determinados impulsos eléctricos identificados por ellos como plegarias, se declararon como los amos de todo; sin embargo encontraron que tal entidad existía pero no en la forma que creían.
Cuando supusieron que el tiempo y el espacio ya no tenían nada más que ofrecerles ya no les quedó más que regresar hacia atrás. Hasta lo más lejano y profundo: su ser mismo.
En todos esos millones de años en que la evolución siguió su curso, desde el homínido hasta el hombre y de éste al humanoide, jamás encontraron lo más simple: su corazón.
Por probar una cosa y desechar otra, un día, el último día, por casualidad crearon algo que era un hombre y que paradójicamente, no lo era. Se horrorizaron.
Acostumbrados a su perfección física, el monstruo que apareció ante sus ojos les fue imposible de contemplar. Al controlar el espacio-tiempo, como cualquier máquina rudimentaria, decidieron mandarlo a un pasado donde la humanidad aún no nacía.
Ahí vivió él.
Solo.
Atormentándose.
Preguntándose por qué lo abandonaron.  
Luego de un primer escrutinio a su nuevo mundo, descubrió que había otra igual a él en un jardín desolado. Motivados por una fuerza extraña emprendieron juntos un largo peregrinar en busca de esa, su arcana morada.
Y creó belleza y fealdad mientras buscando las respuestas estaba. Pobló su nuevo hogar con tantos seres que al final su búsqueda olvidó ya que otros misterios lo sedujeron.
El universo debido a sus ilusorias promesas, le permitió ver por entre los intersticios de su corazón. Y se creyó más inteligente.
A medida que avanzaba ese hombre ahora moderno, pero que dentro de sí guardaba algo de aquél que mucho tiempo atrás fuera dejado a su suerte, empezó a recordar que había algo que debía hacer pero no sabía con exactitud qué.
Buscó hasta perderse en los abismos de su memoria. En ese atávico peregrinar, creó, destruyó e hizo sufrir a sus hermanos. Cuando hizo un alto en su creación, descubrió lo mucho que había avanzado, el largo tiempo transcurrido y lo poco que había logrado.
Su alrededor cambió, él se fue y su hermano quedó pero nada cambiaba. Su búsqueda seguía siendo vacía, insustancial. Sus jornadas largas fueron. A medida que creaba realidades inimaginables más se alejaba de sí y de los demás; tan apartado quedó de los otros que dejó de ser inmune al dolor y la alegría.
La vida siguió, su creación se volvía tan compleja como peligrosa. Un día todo cambió. Cuando creyó que al fin hallaría la respuesta a su pregunta, que ya no era tan clara, su creación se reveló.
Lo nacido de su ignorancia a pesar de tanto conocimiento acumulado, podía destruirlo todo. Decidió desaparecer su error y volver a iniciar, aunque le tomara de nueva cuenta una eternidad. Pero eso ya no sería posible, estaba escrito en los anales del universo que hasta ese día le daría.
Por primera vez se horrorizó, no podía ser, no había más que ver, eso que estaba ahí cubierto por líquido amniótico, era más que un monstruo, era su propio ser deformado por el miedo cuyo reflejo iba más allá del cristal que lo contenía ¡Qué horror! Pensar que había tantos como él aún sin nacer.
Con sólo apretar un botón, lo desapareció mandándolo a un pasado, para ese momento lejano, pero antes de que su misión tuviera éxito, ese monstruo gritó desesperado:
¡Padre por qué me has abandonado!
Su lamento fue tan estridente, que destruyó ese extraño laboratorio que sostenía al mundo. Se fueron apagando cada uno de los ordenadores terminando con cada signo de vida que protegían.
Todo acabó cuando el último ordenador cayó.  
Y en el último día, el hombre descubrió que él era el creador del hombre.


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