Cuenta
la leyenda que los dioses habitaban pacíficamente en el Olimpo influenciados
por la Llama Eterna de la diosa Vesta, de todos los inmortales, la más pacífica
y ecuánime.
La Llama Eterna era un poder vasto que les
había sido conferido a los dioses por los titanes, los padres de éstos, fuerza
que les permitía mantener a los mundos en calma. Todo era armonía, cada uno
cumplía con la misión para la cual había sido creado.
Un día la guerra inició, propiciada por la
avaricia del belicoso dios Marte, apoyado por otros dioses no tan pacíficos a
los cuales les confirió mayor poder al transformarlos en lobos negros.
Todos los olímpicos acudieron prestos a
la batalla, sólo Vesta se rezagó ya que su principal función era proteger la
Llama Eterna, motivo por el cual Marte inició la guerra. Para nadie era
desconocido que detrás de ese fuego sagrado se escondía un gran poder que podía
ser utilizado para dar vida o destruir a otros.
La batalla continuó. Los dioses fueron cayendo
ya que Marte y su séquito de lobos feroces salidos de las tinieblas, resultaron
más poderosos de lo que esperaban.
Luego de abrirse paso, llegó hasta el
recinto de Vesta, ésta última no se arrellanó. Escondió la Llama Eterna antes
de que el dios pudiera capturarla. La arrojó al lugar más desconocido de todos:
la tierra.
Los dioses no podían atacar la tierra sólo
porque lo desearan, una fuerza superior a ellos se los impedía. Fuerza que sólo
cada determinado tiempo, cuando los planetas entraban en conjunción, desaparecía.
Así gracias al poder del universo, La
Llama Eterna quedó protegida de la avaricia de Marte, quien furioso por el
fracaso de su guerra, fue inclemente con Vesta.
–No me importa esperar toda una
eternidad por ella, algún día bajaré a la tierra…
La diosa con sus últimas fuerzas, bajó a
la tierra para encontrar La Llama Eterna. La barrera que cubría ese mundo no le
impidió el paso pues su fin era pacífico. Quería asegurarse de que estuviera
protegida.
En su camino se encontró con una joven
patricia romana que vagabundeaba sin rumbo fijo, le habló:
–Cuidarás de este fuego. Tú y muchas
como tú serán las encargadas de que la Llama Eterna no se apague. De suceder
una gran desgracia caerá sobre los humanos. Te daré parte del poder y la
sabiduría que poseo, será tu misión transmitirla a otras mujeres.
–¿Pero cómo puedo yo, una humana
ordinaria proteger una reliquia divina?
–Mis hermanos olímpicos te dirán qué
hacer por la Llama Eterna. Te enseñarán a utilizar mis poderes. Ésta ya no
puede regresar al Olimpo porque un gran peligro la acecha. Aquí estará protegida.
Deberás prepararte para la batalla porque cuando los planetas entren en
conjunción, Marte y su séquito vendrán a por ella.
–Comprendo.
–Jamás claudiques en tu misión, el cielo
te ha elegido. A ti y a tus futuras hermanas, esa –señaló un lunar con forma de
estrella ubicado en su frente que dibujó en ella– es la marca de la nobleza, no
terrenal, como la que posees actualmente, sino divina, esa que sólo los
verdaderos espíritus nobles son dignos de poseer.
–No me rendiré.
–Te entregaré este dije. Si alguna vez la
Llama Eterna llega a verse en peligros humanos guárdala aquí. Fue creado por el
dios Hefesto, es un recipiente capaz de contener energías poderosas.
–¿Cómo podré manipular el fuego? –preguntó
la chica dubitativa.
–Mis poderes te permitirán hacerlo, sólo
es cuestión de tiempo para que lo domines. Mientras tu corazón sea puro podrás
hacerlo, es el único requisito que les pediré a todas.
Así nacieron las vestales, mujeres
ordinarias portadoras de un poder extraordinario, protectoras de la Llama
Eterna, causantes, según algunos, de que Roma alcanzara la cúspide.
El fuego les dio el poder.
El fuego se los quitó.
∞∞∞∞∞
Caída del
imperio romano.
Los bárbaros invadieron sin piedad la
ciudad de Roma, no había en ese momento emperador o ejército que fuera capaz de
contenerlos. Todo era un caos.
En el templo de las vestales, cuyo poder
había mermado con el paso del tiempo, las cosas no iban mejor, las hordas que
parecían incrementarse a cada segundo que avanzaban lo complicaban todo.
Las vestales corrieron para salvar todas
sus reliquias, sólo la vestal máxima se dirigió al lugar más sagrado del
templo, reservado para la reliquia mayor: la Llama Eterna.
Tomó el dije que pendía sobre su cuello.
Con ambas manos manipuló el fuego, lo hizo pequeño, abrió el dije y lo introdujo,
justo en ese momento un bárbaro la atacó arrebatándole la joya. Ella gritó pero
de un empellón el hombre la aventó sumiéndola en la inconsciencia.
El
imperio cayó, con ello se abría la cortina a una nueva época: la edad media. En
medio del caos el dije fue pasando de mano en mano, de ciudad en ciudad durante
mucho tiempo. Para todos los desconocedores de la leyenda de la Llama Eterna no
era más que un adorno vistoso pero sin valor.
La Llama Eterna se perdió en ese nuevo
mundo.
∞∞∞∞∞
Oriana estaba feliz por varias razones,
la primera, hoy era su cumpleaños décimo quinto. No podía contener su
felicidad, el espejo que reflejaba su imagen de rubicunda despistada daba
cuenta de ello.
Arregló su cabello con una cola de
caballo, peinó su fleco, entonces apareció su lunar con forma de estrella que
adornaba su frente, un toque que consideró muy
en onda por lo bien diseñado que estaba,
todos se lo adulaban.
Su segundo motivo de felicidad se debía
a que le tocaba clase de historia, de todas, su materia predilecta. El tema del
día era “Antigüedad clásica”, más específicamente los mitos ancestrales.
Le encantaba escuchar historias de los
dioses antiguos y de las criaturas que los acompañaban, sobre todo su parte
favorita era las vestales y el fuego sagrado, simbolizado por la mítica Llama
Eterna.
Esas vírgenes sagradas con poder e influencia
capaces de modificar el destino del Imperio Romano. Su reliquia sagrada la
tenían obsesionada, había investigado tanto que ya se consideraba una erudita
en el tema.
Ni siquiera su maestro que era experto
en la materia creía que la Llama Eterna hubiera existido, tal comentario no
hizo más que intrigarla más dedicándose a realizar sus propias averiguaciones. Sería
su principal punto a debatir el día de hoy.
Su último motivo de felicidad era que su
padre llegaba a México después de una semana de viaje por Italia. En esa
ocasión debido a la escuela no pudo asistir pero las vacaciones llegarían
pronto entonces sí que lo haría.
Terminó de arreglarse, miró por la ventana.
Se encontraba en la planta alta, la copa de un frondoso árbol era lo que tenía
enfrente, sintió con gran placer la brisa matutina.
Las hojas al ser acariciadas por el
viento parecieron cantar una hermosa melodía bucólica a la vez que formaban la
imagen de seres parecidos quizá a las hadas o a las driadas, los que fueran, la
realidad era que sólo eran seres que había visto en libros que tocaban temas de
fantasía.
Le sonrieron.
–No puede ser –su mente racional, propia
de un mundo que no perdonaba creer en ese tipo de seres, se lo atribuyó a la
imaginación. No era la primera vez que tenía esas visiones pero siempre se
resistió a creer.
Su
día resultó entretenido, el debate sobre la Llama Eterna fue por de más
emocionante, las conclusiones no hicieron más que hacer crecer el misterio que
la rodeaba.
Cuando las clases terminaron, se dirigió
al aeropuerto sola ya que su madre, debido a un imprevisto, no pudo ir con
ella. El tráfico de la tarde resultó un buen pretexto para continuar leyendo su
libro de mitología.
Luego de un par de vueltas, llegó hasta la Terminal 2. Se dirigió a
la sala de espera. Miró el vuelo de su padre en el tablero: ATRASADO.
Baste decir que para cuando arribó el
avión, había terminado el libro. Al ver a su padre corrió para abrazarlo.
–¡Mi pequeña Oriana!
–¡Padre qué felicidad!
–No puedo esperar para darte un regalo –del
bolso de su chamarra sacó un estuche negro–. Lo encontré para ti, estaba escondido
en una tienda de antigüedades pero de pronto apareció resplandeciente en medio
de tantas cosas sin vida.
Oriana lo tomó con ansiedad, lo abrió,
un hermoso dije apareció ante sus ojos. El naranja incandescente se reflejó en
su mirada.
–¡Es hermoso! –dijo embelesada por el brillo
de la piedra.
–Sí y al parecer no me equivoqué, le
queda bien a tu mirada. Esos ojos de miel lo dicen todo.
∞∞∞∞∞
–Hoy es un día especial porque después
de muchos años, que digo muchos, muchísimos años habrá una conjunción. Será un
momento único, se originará una lluvia de estrellas. Esta noche iremos todos a
Monte Olimpo para ver la lluvia –con esta frase la maestra terminó su clase.
Oriana se preparó con esmero. Monte
Olimpo era un nuevo parque temático alusivo a la Grecia clásica, además
ofrecía funciones de teatro nocturnas para familias. El plan era ver alguna
función con sus amigos y luego disfrutar la lluvia de estrellas.
Así fue.
Casi.
La lluvia fue especial, Oriana y sus
compañeros la disfrutaron, sólo que al término de la misma, algo sucedió. Un
destello pareció desprenderse de los demás, cayó en algún lugar del parque. Su dije
desprendió una luz extraña. Se asustó.
En un tris se separó de sus compañeros,
motivada por una fuerza superior, fue en busca del destello que había caído. Lo
encontró. No estaba sólo, había alguien ahí.
El extraño se giró para verla. Habló.
–Una vestal.
–¿Quién eres? –preguntó desconcertada. A
pesar de que el extraño frente a ella parecía sólo un chico atractivo, algo en
sus vestimentas raras le hizo pensar que se había escapado de algunas de las
obras de teatro, sintió temor.
–Esto será muy fácil, sólo entrégame el
dije y no pasará nada.
–¿Mi dije? ¿Por qué?
–¡Entrégamelo! –gritó furioso.
–¡No! Es un regalo de mi padre.
–Entonces muere niñita –su mano derecha
despidió una luz amenazadora.
Oriana sintió temor pero el dije creó
una barrera de protección rebotándole el ataque. Después de reaccionar, huyó.
–No escaparás, te atraparé vestal. La
Llama Eterna será mía…
∞∞∞∞∞
Oriana se rehusaba a asistir a la
escuela. Ninguno le creyó cuando les dijo que un maniático la atacó con algo
parecido a una bola de energía. Su madre, con una media sonrisa complementada
por una palmadita en la espalda sólo le comento:
–Sería bueno que dejaras de ver tantas
caricaturas japonesas.
–Es verdad, un loco anda suelto.
–No me convencerás, conozco tus excusas
aunque déjame decirte que ésta supera a todas.
Llegó
a la escuela con el Jesús en la boca, todos sus compañeros creyeron que la loca
era ella. No asistió a clases, se encerró en la biblioteca. En su desesperada huída
alcanzó a escuchar lo último que le dijo ese chico extraño: “La Llama Eterna
será mía”.
A pesar de que su situación actual
resultaba extraordinaria, algo en su interior, ya la había preparado para ese
momento. Siempre se supo diferente, nunca terminó de comprender el por qué. Hasta
ahora.
Buscó en un libro de mitos antiguos. Era
muy grueso y sin índice, sería una larga búsqueda pero en ese momento una
ventisca provocada por la ventana abierta hizo que el libro se abriera cambiando
de página hasta detenerse en una, sus ojos brillaron.
Miró ese pequeño fuego que ardía en una
hoguera y a la sacerdotisa que parecía alimentarlo con su energía. Lo que más
le resultó extraño fue que la chica se parecía mucho a ella, además… poseía su
mismo lunar.
–Esto sí que da miedo –se estremeció.
Leyó la inscripción al pie de la imagen.
“Si la Llama Eterna llegara
a encontrarse en peligros humanos, guárdala en el dije, éste sirve para contener
energías poderosas”
Por instinto tocó su dije. Lo miró
detenidamente. Se dio cuenta de que un pequeño fuego ardía dentro de éste. Lo
supo, era la Llama Eterna. No sólo hizo ese descubrimiento, también entendió
que era una vestal. Esas poderosas mujeres de la roma imperial. Quizá se debía
a que sus antepasados provenían de esas antiguas familias patricias de Roma.
Siguió buscando en el libro hasta saber
quién era ese chico que la había atacado. Guiada por extrañas fuerzas después
de un instante, dio con la página que buscaba, esa que hablaba del dios Marte y
su séquito.
–Al parecer siempre ha ambicionado la
Llama Eterna, ¿cómo lo detendré?
El libro revolvió sus páginas una vez
más. Cuando se detuvo un espíritu femenino salió de él.
–Mi nombre es Vesta, la diosa protectora
de la Llama Eterna. Como última vestal tu deber es protegerla.
–Pero eres una diosa, ¿por qué no lo
haces tú? –omitió pensar lo bobo que se vería si alguien acudía hasta su lugar
y la descubría hablando con un libro.
–Él nos atrapó, no podemos bajar a la
tierra en forma física.
–Eso es un problema.
–Oriana no dudes, en el fondo siempre
has sabido que fuerzas poderosas se ocultan a tu alrededor. El poder dado a tus
hermanas por nosotros te permite tener esas sensaciones. Todas las criaturas
buenas del Olimpo te protegen.
–Aunque quiera ayudarla, ¿cómo me
enfrentaré a un dios? –preguntó con preocupación.
–Tendrás que manipular la Llama Eterna. Ya
es hora de que esta energía se proteja por siempre. La única manera es
derrotando a Marte para encerrarlo junto con lo que más anhela.
–Vaya –suspiró–, dicho así parece muy
fácil. Ah no sé por qué no tomé ese curso de karate cuando tuve la oportunidad.
–Tienes el poder, búscalo en tu memoria
y tráelo a ti –la diosa desapareció.
∞∞∞∞∞
El regreso a su casa no fue como de
costumbre. El parque que tenía que atravesar, en otro tiempo le hubiera parecido
hermoso, ahora para nada, a esto le agregaba que ya era noche. Sus compañeros
no la dejaron partir hasta que la tarea estuviera concluida, situación que
aprovechó Marte para presentarse ante ella.
–Esta vez no escaparás vestal –dijo
amenazador.
–Otra vez.
–Sólo entrégame el dije y te dejaré en
paz.
–Lo quieres está bien, te lo daré.
Se deshizo de él pero en lugar de
dárselo, lo abrió. El fuego, antes pequeño, fue creciendo, sabía que debía
hablarle sino los destruiría a ambos, el dios la atacó para quitárselo,
instintivamente dijo:
–Protégenos.
Así lo hizo.
El dios se puso furibundo, invocó a su séquito.
–Niña tonta crees que tú serás más
fuerte que las otras vestales.
–¿Por qué lo dices? –preguntó mientras
se defendía de los lobos negros del dios.
–Al entrometerse en una batalla que no
les concernía, sellaron su destino y el de ese imperio que protegían, ¿qué
puedes esperar tú?
Oriana dudó, era cierto, hacía unos días
era sólo una chica ordinaria, ahora estaba en medio de una batalla inmortal. Quiso
retractarse, entregar la Llama Eterna y olvidarlo todo cuando la voz de Vesta
irrumpió en sus pensamientos.
–No
nos abandones, todos dependemos de ti, además el no respetará tu mundo.
–Sabes qué, eso ya no tiene importancia,
estoy aquí y no dejaré que lleves a cabo tus sucios planes –se colocó en
posición de ataque, manipuló el fuego para transformarlo en una espada. Con una
habilidad desconocida se lanzó al ataque, los lobos no supieron desde dónde les
llovieron tantos mandobles. A medida que sus ataques se intensificaban su lunar
resplandecía con mayor intensidad–, ¡Váyanse de este mundo, pulgosos!
Todas las bestias salieron despedidas
por los aires, fue el turno de Marte de sorprenderse, se repuso y atacó.
–No permitiré que una niña boba controle
la Llama Eterna.
–Tendrás que acostumbrarte porque soy su
protectora.
Oriana comenzó a darle órdenes más específicas
a la Llama Eterna que fueron obedecidas con prontitud, éstas fueron tan
variadas, desde cubrirla de los ataques del dios hasta tomar la forma de
diversas armas.
El dios poco a poco fue retrocediendo
hasta finalmente caer, momento que aprovechó ella para dar la última orden.
–Vuelve a tu recinto sagrado y llévalo
contigo.
La Llama Eterna así lo hizo, el dios
comenzó a ser absorbido, al final ambos fueron encerrados en el dije. Oriana
pudo respirar con alivio, continuó el camino a casa, sólo dijo mientras miraba
la luna llena:
–Nadie me hará dudar jamás de lo que
creo, la Llama Eterna es real y yo la poseo porque soy una vestal.
Definitivamente de todos sus cumpleaños,
el décimo quinto fue el más especial. En un tris su visión del mundo cambió.
Hola, Adriana. Interesante manera de presentar el mito El Fuego Sagrado de Vesta. Veo que estás muy influenciada por los mitos, y la historia romana en tu literatura. Ah y utilizas mucho esta expresión: "una joven patricia". Creo que la leí en otro de tus relatos.
ResponderBorrarMuy buena historia. Muy ágil.
Gracias por leerme una vez más. Efectivamente adoro todo lo romano. Me vuelve loquita.
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