jueves, 23 de junio de 2016

Lululumi: un ángel travieso


  
Zona escolar del paraíso

–Me voy a graduar con honores, seguro que me darán una medalla de condecoración por mi desempeño, la maestra celestial me dirá: Lululumi has sido mi mejor alumna. Es por eso que me mandó a llamar, ¡Claro que sí! ¡Sí señor! Hoy  me dirán que estoy lista para recibir mi certificado el cual comprobará que ya soy apta para realizar altas misiones celestiales ¡Ah qué feliz soy! -suspiró compartiendo con el cálido aire que la rodeaba, su deseo.
Lululumi es una pequeña estudiante, aprendiz de ángel, que tiene el gran deseo de ser toda una profesional, está ansiosa por graduarse, pero algo va a cambiar su existencia. Está a punto de llevarse la sorpresa de su vida.
Entró al salón, la maestra celestial ya tenía rato esperándola, ésta última se encontraba  molesta.
-Lululumi, has sido mi peor alumna.
-Oh vamos maestra, sólo llegué un poquitín tarde.
-Jamás podrás ayudar a los demás si no tomas las cosas en serio.
-Pero...
-No haces tareas.
-Pero...
-Rezongas y hablas sin permiso.
-Pero…

-Sabes Lululumi, las aprendices de ángel deben de tener un promedio mínimo para pasar de 800 puntos, tú no sólo no los tienes sino que además me debes 3000.
La pequeña aprendiz de ángel cruzó las manos por la espalda mientras contestaba con voz cándida:
-Y yo que pensé que hasta me darían una medalla.
-Lamento decirte que el jefe no aprobó tu graduación.
-Eso quiere decir que jamás seré un ángel, jamás obtendré mis alas y mi  aureola -se entristeció.
Otra aprendiz entró al salón. Se trataba de la mejor amiga de Lululumi, Olokomoki.
-¡Lululumi qué gusto me da verte! Ya pronto vamos a graduarnos, por fin podremos obtener nuestro certificado.
-¡Ay, esto es una tragedia, seré la única de la generación 302, 842, 567 que no se gradué! -hizo pucheros como bebé.
-Pero qué cosas dices -dijo su amiga al momento de expresar una mueca de extrañeza por su comportamiento.
-Nada puedo hacer por ti -dijo la maestra celestial quien no pareció conmovida por sus lágrimas de cocodrilo. Salió del salón sin cambiar de opinión con respecto a Lululumi.
Las aprendices se quedaron solas.
-Seré la burla de todas mis compañeras, jamás podré volar. Que cruel destino me espera -colocó una mano en su frente para dramatizar el momento.
-Calma,  calma, el jefe es muy bondadoso, estoy segura de que te dará otra oportunidad -trató de consolar a su amiga.
-Aunque haya roto el trono celestial.
-¡Qué! Rompiste el trono celestial -el rostro de Olokomoki mostró una mueca de espanto infantil.
-Bueno sí, un poquitín -sonrió.
-Un poquitín basta para que quedes castigada por toda la eternidad.
-Pero le coloqué pegamento así que no creo que se dé cuenta -Lululumi estaba segurísima de que nadie notaría su pequeña travesura.
-¡Qué! Lo arreglaste con pegamento, considérate una aprendiz muerta.
-¿Tú lo crees?
La maestra celestial regresó momentos después.
-He hablado con el jefe.
-¡Eh! ¿De verdad habló con él? -se emocionó.
-Te ha dado otra oportunidad, aunque me dijo que no debería hacerlo porque rompiste el trono celestial. Por si fuera poco trataste de cubrirlo poniéndole pegamento.
-Parece que sí se dio cuenta -dijo Lululumi a su amiga en voz baja.
-¿Te parece? -contestó de igual forma.
-Dejen de estar cuchicheando. Ésta es una tarea muy seria Lululumi  así que escucha.
-¡Sí, dígame! -adoptó posición de soldado.
-En la tierra hay una niña que ha perdido la fe en el jefe puesto que esa pequeña está a punto de morir a causa de una terrible enfermedad. Piensa que el jefe la ha abandonado.
-¡Qué tristeza! Pero el jefe jamás abandonaría a alguien ¡Claro que no, no señor!
-Tu misión será devolverle la fe a la pequeña.
-¡Eh! ¿Pero cómo?
-El jefe ha decidido convertirte en humana el tiempo que resta para la graduación. Venciéndose el plazo volverás a ser una aprendiz de ángel, si no lo logras ya no podrás graduarte nunca.
-¡Entiendo!
 -Es una misión difícil pero ten en cuenta que un ángel realiza deberes mil veces más difíciles que éste.
-¡Sí! Estoy gustosa de hacerlo, les prometo que lo lograré.
-El nombre de la pequeña es Regina.
-Entendido y anotado mi generala.
-¿Qué cosa?
-Digo entendido y anotado profesora -se apresuró a corregir.
-Ahora dirígete a la gran puerta.
-¡Sí!
Olokomoki tomó las manos de Lululumi.
-Te estaré esperando para que nos graduemos juntas.
-Descuida, que así será -le guiñó un ojo. Esbozó su peculiar sonrisa.
Antes de partir a cumplir con su encomienda, Lululumi se dirigió ante una gran puerta resplandeciente, se inclinó y dio las gracias por la oportunidad que se le había concedido, acto seguido se retiró.

Y en la tierra.

-¡Váyanse todos, déjenme sola no quiero ver a nadie, no quiero hablar con nadie, todos me tienen lástima!
-Regina hija por favor no cierres tu corazón. Por favor mi pequeña.
Alicia la mamá de Regina, estaba pasando momentos de gran sufrimiento, causados por la impotencia de no ayudar a su hija a vencer a la muerte y sacarla de la depresión que la estaba perjudicando, acortando más su tiempo de vida.  
A pesar de sus cortos doce años, Regina hacía tiempo que había perdido las ganas de vivir, sólo aguardaba el momento de su muerte. El doctor le hizo saber a su mamá, cuando ella contaba con once años que padecía una terrible enfermedad y estaba condenada a morir. Regina lo escuchó por casualidad, no volvió a ser la misma.
-¡Váyanse! 
Su mamá, el doctor y las ayas que estaban tratando de ayudarla, ante tanta insistencia de Regina para que la dejaran a solas, no tuvieron otra opción que acceder para no alterarla.
-Está bien hija pero espero recapacites.

Y en un hermoso parque no lejos de la casa de Regina.

-¡Auch! No planearon el aterrizaje, si tuviera alas todo esto sería diferente -Lululumi se sacudió el polvo de las asentaderas- muy bien, ahora a buscar a esa niña -la pequeña aprendiz emprendió la marcha-. Se nota que esa niña no sabe nada. Valorar cada día de vida cuenta mucho para el jefe, no puedo permitir que alguien no lo valore.

Un rato después Regina salió de su habitación, sus pequeños ojos infantiles tenían las huellas dejadas por las lágrimas.
-Mamá voy a salir.
-Te acompaño.
-¡Claro que no! ¡No soy una inútil!
-Hija…
-Ya no me molestes mamá, me voy -cerró la puerta de golpe.
-Yo sólo me preocupo por ti.
Regina ya no escuchó las palabras llenas de preocupación de su madre,  por lo tanto no pudo darse cuenta de su tristeza. Salió de su casa, caminó lentamente. Era una niña demasiado testaruda como para percatarse de que las personas que la rodeaban sólo deseaban su bienestar y no estaban a su lado por lástima como pensaba.   
Después de tanto caminar, sus pasos se volvieron más lentos, aunado a su enfermedad, su  ánimo había deteriorado  más su estado físico. El siguiente paso que trató de dar ya no pudo lograrlo. Estuvo a punto de caer sino fuera porque en el último instante unas manos la sostuvieron.
-¿Eh? -se extrañó.
-Que paliducha te ves -Lululumi miró de reojo a Regina.

Y desde el cielo el desempeño de Lululumi era observado por su amiga y su maestra a través de lo que parecía ser una esfera mágica.
-Pero que poca sensibilidad tiene esa niña -dijo la maestra resignada.  
-Tiene razón maestra -afirmó Olokomoki- parece que después de todo no nos graduaremos juntas -exhaló un largo suspiro de resignación.

Mientras…
-No me llames amiga, ni si quiera me conoces -Regina se molestó.
-Te equivocas, sí te conozco.

Maestra y alumna seguían observando el desempeño de Lululumi.
-Pero que niña, está metiendo la pata.
-Le ruego la disculpe maestra.

La conversación entre Lululumi y Regina parecía no avanzar.
-¿Y de dónde se supone que me conoces?
-¿Eh? Bueno, verás, la verdad es que…
-Es mentira ahora déjame sola.
-Tú no te ves muy bien que digamos, no puedo dejarte sola.
-¡No quiero tu lástima!
-¿Lástima? ¿Y qué significa eso? El jefe jamás metió esa palabra  en nuestro diccionario celestial. Llegando le preguntaré -sacó pluma y libreta, anotó la palabra, ajena a la mirada de extrañeza de Regina.
-¿Jefe? ¿Diccionario celestial? ¿Qué significa eso? -preguntó Regina un tanto desesperada.
-No me hagas caso. Por poco… -dijo para sí.
-Me retiro.
-Te acompaño.
-Ya te dije que no.
-No puedo dejarte ir sola. Está en el código celestial, jamás abandones a una persona que necesita tu ayuda  -lo recitó cual si fuera un juramento.
-Otra vez estás diciendo cosas raras.

Y en el cielo.
-Pero que amiga tan atolondrada tengo.

Lululumi seguía cometiendo error tras error, Regina la miraba con suspicacia.
-Lo escuché en una película y siempre quise decirlo.
Regina dio un hondo suspiro de resignación al no entender lo que esa niña tan rara le decía. Se sentó en una banca, Lululumi se sentó junto a ella.
-Dime cuál es tu nombre, si se puede saber -preguntó Lululumi. No obtuvo respuesta. Ante la negativa recibida, ella alzó la vista al cielo mientras jugueteaba con sus pequeños pies al momento de decirle a Regina- ¿No te parece que hoy es un día especialmente hermoso?
-¿No entiendo?
Lululumi siguió hablando sin detenerse a contestar la duda de Regina.
-No sé qué vaya a pasar conmigo mañana, pero sí  sé que pasará conmigo hoy.
-¿De qué tanto estás hablando?
-Hoy estoy viva. Puedo sentir los rayos del sol sobre mi piel, el viento jugueteando con mis cabellos, eso me hace sentir muy feliz -en su rostro se dibujó una gran sonrisa.
-Nunca había visto la vida de esa manera -alzó también la vista al cielo.
-Y dime ¿cuál es tu nombre? -insistió Lululumi.
Regina quiso abrir su corazón, pero sintió que si lo hacía sufriría más.
-Ya no me molestes, tú no sabes el dolor que estoy sintiendo.
-¿Dolor? Cuantas palabras nuevas -anotó en su libreta una vez más-. Son muchas cosas las que mi maestra tendrá que explicarme.
-¿Te estás burlando de mí? -se enfureció.
-Claro que no, el jefe digo el señor jamás permite que nos burlemos de los demás, el respeto es muy importante.
-¿Señor? ¿Te refieres a Dios?
-Sí, así es -su voz fue especialmente dulce al contestar.
-¿De verdad existe? -preguntó con tristeza.
-Tan verdadero es que por poco me castiga para toda la eternidad -rió al recordar su travesura al mismo tiempo que dio un suspiro de alivio por ser perdonada por la misma.
-Te estás burlando de mí, vete no quiero verte.
Regina emprendió el camino de regreso a su casa, Lululumi iba tras ella sin decir una sola palabra.
-Ya deja de seguirme, por qué te importa lo que me suceda, a mí me da igual.
Lululumi habló entonces.
-Ese es el problema, no te valoras  ni un poco.
-Qué importancia tiene eso, si voy a morir.
-Si crees en el jefe, digo en el señor no lo harás.
-Eso es mentira, él me ha abandonado, para él ya no existo.
-Y si te dijera que estás en su pensamiento más de lo que pudieras imaginarte.
-Te contestaría que estás loca, cómo puedes tú sin conocerme, hablarme de esa manera, te detesto.
-Pero como te gusta utilizar palabras raras -se rascó la cabeza en señal de duda.
-Vete, yo voy a morir, no quiero saber más.
Lululumi se pudo dar cuenta que dentro del corazón de Regina reinaba la desesperanza, eso la hacía sentir triste; sin embargo, le infundió fuerzas para seguir insistiendo y regresarle así las ganas de vivir.
Llegaron a  casa de Regina, ésta tocó el timbre. Su mamá abrió, se quedó sorprendida al ver a Lululumi.
-¿Quién es tu amiguita?
-Ella no es mi amiga y ya se va.
Lululumi pasó por alto el comentario de Regina, se limitó a saludar a su madre.
-Buenas tardes señora.
-Anda pasa pequeña.
-Gracias.
-¿Qué pretendes? -preguntó Regina enojada.
Alicia había ido en busca de galletas para Lululumi, cuando regresó descubrió a su hija alterada. Estaba a punto de tirar el traste con las galletas, pero la inesperada reacción de Lululumi la sorprendió.
-¿Qué rayos quieres?
Lululumi no dijo nada, regresó a ver a los bocadillos, sólo se limitó a decir:
-¿Gustas?
Madre e hija se sorprendieron.
-No me digas que no has probado las deliciosas galletas que prepara tu mamá. Pues si no lo has hecho, no sabes de lo que te pierdes ya que son deliciosas -dijo mientras comía una.
Con la mano temblorosa Regina tomó una galleta.
-Recuerdo que me encantaba comerlas, comía algunas, las demás las escondía en mi cuarto.
-Hija…
-Te comprendo, porque saben deliciosas.
-Sí.
-Les traeré leche -dijo gustosa Alicia.
-Sí, por favor -pidió Lululumi.

Y en cielo todo era observado con detalle.
-Mi querida amiga es una glotona, pero lo está logrando.

Había pasado ya un largo rato, Lululumi se despidió.
-Me tengo que ir.
-Tan pronto -Alicia deseaba que esa niña de carácter jovial se quedase un poco más.
-Me gustaría quedarme señora, pero no puedo.
-¿Vendrás mañana?
-Claro.
-Entonces preparare más galletas.
-Cuídate -le dijo Regina a Lululumi mientras hacía el esfuerzo por sonreír.
-La sonrisa se ve hermosa reflejada en tu rostro Regina -sonrió, acto seguido se marchó.
-G-Gracias -se sonrojó. Estaba confundida por la presencia de Lululumi.  Una vez que se fue, hubo algo extraño que notó- ¡Qué raro! -exclamó en voz alta.
-¿Qué cosa?
-Sabía mi nombre. No se lo dije. Estoy segura.
-Entonces debe ser una niña muy especial -Alicia sonrió con una nueva esperanza.

Los días pasaron, Lululumi no había dejado de visitar a Regina.  Cierta noche en la que todo parecía estar como siempre, Regina tuvo una recaída. Todo parecía indicar que de esa noche no pasaría. Lululumi llegó a la casa sabiendo lo que pasaba así que cuando Alicia le hizo saber el estado deplorable de su hija ésta no se sorprendió.
-Mi hija se muere los doctores han dicho que ya nada pueden hacer por ella. Sólo que es mejor que esté en casa.
-No me gusta verla llorar señora -Lululumi trató de darle consuelo.
-Pero Regina está muy mal, no quiere verme, deseo estar con ella.
Lululumi se dirigió a la habitación de Regina.
-¿Puedo pasar?
-No, vete -dijo con voz apagada.
-¿De verdad quieres que me vaya?
-Sí.
-Pues no me iré hasta que esas palabras salgan desde el fondo de tu corazón.
Hubo un largo silencio, después.
-Pasa…
-Lo sabía, eres muy necia.
-Acaso no te das cuenta de que ya no tengo mucho tiempo de vida, parece ser que Dios se olvidó de mí.
Lululumi se molestó, le soltó una bofetada.
-Tonta, mi jefe jamás te abandonaría -un par de lágrimas se le escaparon.
Luego de la bofetada recibida Regina parecía más calmada pero estaba confundida por esa reacción.
-Pero estoy muy enferma.
-Estás enferma porque tú así lo has querido -dijo con firmeza.
-Pero…
-Escucha la fe mueve montañas. La fe cura enfermedades por más incurables que éstas parezcan, por qué no puedes sólo creer sin ponerte a cuestionar.
-Yo…
-Créeme Regina y te garantizo que tu enfermedad se curara.
-¿Tú… de verdad lo crees?
-Te lo aseguro.
-Dime cómo le hiciste.
-¿Qué cosa?
-¿Cómo averiguaste mi nombre?
-Eh, bueno pues yo… y ahora cómo le hago para salir de ésta -pensó.
Al ver la cara de angustia que puso Lululumi, Regina optó por cambiar el tema de conversación.
-No te preocupes que eso no importa, lo que sí tiene importancia es que estás aquí, conmigo, gracias -cerró los ojos, parecía dormida.
 Al ver que Regina dormía placidamente, Lululumi le acarició con delicadeza  su cabeza al momento de susurrarle unas palabras al oído.
-Claro que mi jefe no te ha olvidado y la prueba es que me envió a mí para ayudarte -salió de la habitación.
Regina abrió los ojos con extrañeza por lo que había escuchado.
-¿Cómo está? -preguntó Alicia.
-No se preocupe ella va estar bien señora, ahora me retiro.  Adiós -sonrió con bonhomía.
Al otro día muy temprano Regina se levantó con una gran felicidad al sentir cómo la mortal enfermedad había salido de su cuerpo.
-¡Mamá!
-¿Qué pasa? -se asustó.
-Estoy curada, ya no me siento enferma. No sé cómo pero lo estoy.
-Pero cómo, un momento… la niña.
-Es verdad aún no sé su nombre.
-Parecía saber que esto sucedería, ella me dijo adiós como si ya nunca la fuésemos a ver.
-Tengo que buscarla.
Regina corrió deprisa hasta el parque donde la conoció. Ahí la encontró sentada con la vista puesta al cielo y jugueteando con sus pies. Fijó su mirada en Regina, ésta última se alegró de haberla encontrado.
-Verdad que hoy es un día especialmente hermoso -dijo Lululumi.
Regina se sentó junto a ella.
-Lo mismo me dijiste el día en que nos conocimos.
-Sí.
-¿Quién eres?
-Lo que importa es el mensaje, no el mensajero.
-A mí me importa tanto el mensaje como el mensajero. Ni siquiera sé tu nombre.
-Mi nombre es Lululumi.
-Gracias Lululumi tú me salvaste de algo más que la muerte. Me salvaste de mí y de mi egoísmo.
-No, yo no fui. Fue tu fe la que te salvó, la fe en mi jefe.
-¿Tu jefe es Dios?
-Sí, así es -sonrió.
-¿Puedo pedirte un favor?
-¿De qué se trata?
-Cuando estés frente al señor le puedes dar las gracias de mi parte.
-Si me permite estar junto a él después de haber roto el trono celestial, te juro que así lo haré.
Regina sonrió.
-Te prometo que jamás volveré a dudar de él, no importa en qué situación me encuentre.
-Así debe de ser.
Lululumi comenzó a elevarse, dos grandes alas comenzaron a nacerle y una aureola resplandeciente apareció en su cabeza.
-Adiós Regina, jamás te olvidare -se esfumó en el aire.
Regina tenía la vista puesta en el cielo, se sentía feliz por haberla conocido. De pronto algo cayó del cielo,  lo cubrió con sus manos, cuando las extendió fue una pluma de ángel lo que encontró.
-Gracias Dios por haberme mandado a uno de tus ángeles a ayudarme a salir de mi autocompasión -oprimió con gran cariño la pluma contra su corazón.

Era el día de la graduación,  había cientos de aprendices listas para graduarse, todas ellas ya portaban sus alas y sus aureolas.
-Lululumi lo lograste.
-Parece que así es Olokomoki.
-Nadie lo hubiera hecho mejor -le guiñó un ojo.
-No exageres o me lo tomaré en serio.
La graduación se llevó a cabo, cuando le tocó a Lululumi pasar a recibir su certificado se emocionó mucho.
-Lululumi ésta es tu medalla y tu certificado, felicidades ya eres un ángel -dijo la maestra celestial.
-¡Qué felicidad!
-Esa medalla hace juego con tus alas -Olokomoki la felicitó.  
-Así es, claro que sí ¡Sí señor!







8 comentarios:

  1. ¡Guaua! Qué bonita historia. Me la comí de un solo bocado.
    Una gran lección para todos. Y no cuento nada de la historia porque a eso le llaman Spoiler. Mejor que la descubran todos.
    Muy bien, Adriana.

    ResponderBorrar
  2. Hola, gracias por leerla y es un placer que te haya gustado.

    ResponderBorrar
  3. Me pregunto quién me gusta más Lululumi o Regina ya que se ayudaron la una a la otra poniendo algo de su parte cada una. Gracias, un cuento que recordaré siempre. Mavi

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Es un gusto que te haya inspirado esa reflexión. Lululumi es de las primeras historias que escribí.

      Borrar
  4. Me pregunto quién me gusta más Lululumi o Regina ya que se ayudaron la una a la otra poniendo algo de su parte cada una. Gracias, un cuento que recordaré siempre. Mavi

    ResponderBorrar

Gracias por visitar mi blog, tus comentarios serán bien recibidos.