Zona escolar del paraíso
–Me voy a graduar con honores,
seguro que me darán una medalla de condecoración por mi desempeño, la maestra
celestial me dirá: Lululumi has sido mi
mejor alumna. Es por eso que me mandó a llamar, ¡Claro que sí! ¡Sí señor! Hoy me dirán que estoy lista para recibir mi certificado
el cual comprobará que ya soy apta para realizar altas misiones celestiales ¡Ah
qué feliz soy! -suspiró compartiendo con el cálido
aire que la rodeaba, su deseo.
Lululumi es
una pequeña estudiante, aprendiz de ángel, que tiene el gran deseo de ser toda
una profesional, está ansiosa por graduarse, pero algo va a cambiar su
existencia. Está a punto de llevarse la sorpresa de su vida.
Entró al
salón, la maestra celestial ya tenía rato esperándola, ésta última se
encontraba molesta.
-Lululumi, has
sido mi peor alumna.
-Oh vamos
maestra, sólo llegué un poquitín tarde.
-Jamás podrás ayudar a los demás si no
tomas las cosas en serio.
-Pero...
-No haces tareas.
-Pero...
-Rezongas y hablas sin permiso.
-Pero…
-Sabes Lululumi, las aprendices de ángel
deben de tener un promedio mínimo para pasar de 800 puntos, tú no sólo no los
tienes sino que además me debes 3000.
La pequeña aprendiz de ángel cruzó las
manos por la espalda mientras contestaba con voz cándida:
-Y yo que pensé
que hasta me darían una medalla.
-Lamento decirte que el jefe no aprobó tu
graduación.
-Eso quiere decir que jamás seré un
ángel, jamás obtendré mis alas y mi
aureola -se entristeció.
Otra aprendiz entró al salón. Se trataba
de la mejor amiga de Lululumi, Olokomoki.
-¡Lululumi qué gusto me da verte! Ya
pronto vamos a graduarnos, por fin podremos obtener nuestro certificado.
-¡Ay, esto es una tragedia, seré la única
de la generación 302, 842, 567 que no se gradué! -hizo pucheros como bebé.
-Pero qué cosas dices -dijo su amiga
al momento de expresar una mueca de extrañeza por su comportamiento.
-Nada puedo hacer por ti -dijo la maestra
celestial quien no pareció conmovida por sus lágrimas de cocodrilo. Salió del
salón sin cambiar de opinión con respecto a Lululumi.
Las aprendices se quedaron solas.
-Seré la burla de todas mis compañeras,
jamás podré volar. Que cruel destino me espera -colocó una mano
en su frente para dramatizar el momento.
-Calma,
calma, el jefe es muy bondadoso, estoy segura de que te dará otra
oportunidad -trató de consolar a su amiga.
-Aunque haya roto el trono celestial.
-¡Qué! Rompiste
el trono celestial -el rostro de Olokomoki mostró
una mueca de espanto infantil.
-Bueno sí, un poquitín -sonrió.
-Un poquitín
basta para que quedes castigada por toda la eternidad.
-Pero le coloqué pegamento así que no
creo que se dé cuenta -Lululumi estaba segurísima de que nadie notaría su pequeña
travesura.
-¡Qué! Lo arreglaste con pegamento,
considérate una aprendiz muerta.
-¿Tú lo crees?
La maestra celestial regresó momentos
después.
-He hablado con el jefe.
-¡Eh! ¿De verdad
habló con él? -se emocionó.
-Te ha dado otra oportunidad, aunque me
dijo que no debería hacerlo porque rompiste el trono celestial. Por si fuera
poco trataste de cubrirlo poniéndole pegamento.
-Parece que sí se dio cuenta -dijo Lululumi a
su amiga en voz baja.
-¿Te parece? -contestó de
igual forma.
-Dejen de estar cuchicheando. Ésta es una
tarea muy seria Lululumi así que escucha.
-¡Sí, dígame! -adoptó posición
de soldado.
-En la tierra hay una niña que ha perdido
la fe en el jefe puesto que esa pequeña está a punto de morir a causa de una
terrible enfermedad. Piensa que el jefe la ha abandonado.
-¡Qué tristeza! Pero el jefe jamás
abandonaría a alguien ¡Claro que no, no señor!
-Tu misión será devolverle la fe a la
pequeña.
-¡Eh! ¿Pero cómo?
-El jefe ha decidido convertirte en
humana el tiempo que resta para la graduación. Venciéndose el plazo volverás a
ser una aprendiz de ángel, si no lo logras ya no podrás graduarte nunca.
-¡Entiendo!
-Es una misión difícil pero ten en cuenta que un
ángel realiza deberes mil veces más difíciles que éste.
-¡Sí! Estoy gustosa de hacerlo, les prometo que lo
lograré.
-El nombre de la pequeña es Regina.
-Entendido y anotado mi generala.
-¿Qué cosa?
-Digo entendido y anotado profesora -se apresuró a corregir.
-Ahora dirígete a la gran puerta.
-¡Sí!
Olokomoki tomó
las manos de Lululumi.
-Te estaré esperando para que nos graduemos juntas.
-Descuida, que así será -le guiñó un ojo. Esbozó su peculiar sonrisa.
Antes de partir
a cumplir con su encomienda, Lululumi se dirigió ante una gran puerta
resplandeciente, se inclinó y dio las gracias por la oportunidad que se le
había concedido, acto seguido se retiró.
Y en la tierra.
-¡Váyanse todos, déjenme sola no quiero ver a nadie,
no quiero hablar con nadie, todos me tienen lástima!
-Regina hija por favor no cierres tu corazón. Por
favor mi pequeña.
Alicia la mamá
de Regina, estaba pasando momentos de gran sufrimiento, causados por la
impotencia de no ayudar a su hija a vencer a la muerte y sacarla de la
depresión que la estaba perjudicando, acortando más su tiempo de vida.
A pesar de sus
cortos doce años, Regina hacía tiempo que había perdido las ganas de vivir,
sólo aguardaba el momento de su muerte. El doctor le hizo saber a su mamá,
cuando ella contaba con once años que padecía una terrible enfermedad y estaba
condenada a morir. Regina lo escuchó por casualidad, no volvió a ser la misma.
-¡Váyanse!
Su mamá, el
doctor y las ayas que estaban tratando de ayudarla, ante tanta insistencia de
Regina para que la dejaran a solas, no tuvieron otra opción que acceder para no
alterarla.
-Está bien hija pero espero recapacites.
Y en un hermoso parque no lejos
de la casa de Regina.
-¡Auch! No planearon el aterrizaje, si tuviera alas
todo esto sería diferente -Lululumi
se sacudió el polvo de las asentaderas- muy bien,
ahora a buscar a esa niña -la
pequeña aprendiz emprendió la marcha-. Se nota que esa niña no sabe nada. Valorar cada día de vida cuenta mucho
para el jefe, no puedo permitir que alguien no lo valore.
Un rato después Regina
salió de su habitación, sus pequeños ojos infantiles tenían las huellas dejadas
por las lágrimas.
-Mamá voy a salir.
-Te acompaño.
-¡Claro que no! ¡No soy una inútil!
-Hija…
-Ya no me molestes mamá, me voy -cerró la puerta de golpe.
-Yo sólo me preocupo por ti.
Regina ya no
escuchó las palabras llenas de preocupación de su madre, por lo tanto no pudo darse cuenta de su
tristeza. Salió de su casa, caminó lentamente. Era una niña demasiado testaruda
como para percatarse de que las personas que la rodeaban sólo deseaban su
bienestar y no estaban a su lado por lástima como pensaba.
Después de tanto
caminar, sus pasos se volvieron más lentos, aunado a su enfermedad, su ánimo había deteriorado más su estado físico. El siguiente paso que
trató de dar ya no pudo lograrlo. Estuvo a punto de caer sino fuera porque en
el último instante unas manos la sostuvieron.
-¿Eh? -se extrañó.
-Que paliducha te ves -Lululumi miró de reojo a Regina.
Y desde el cielo
el desempeño de Lululumi era observado por su amiga y su maestra a través de lo
que parecía ser una esfera mágica.
-Pero que poca sensibilidad tiene esa niña -dijo la maestra resignada.
-Tiene razón maestra -afirmó Olokomoki- parece que después de todo no nos graduaremos
juntas -exhaló un largo suspiro de
resignación.
Mientras…
-No me llames amiga, ni si quiera me conoces -Regina
se molestó.
-Te equivocas, sí te conozco.
Maestra y alumna
seguían observando el desempeño de Lululumi.
-Pero que niña, está metiendo la pata.
-Le ruego la disculpe maestra.
La conversación
entre Lululumi y Regina parecía no avanzar.
-¿Y de dónde se supone que me conoces?
-¿Eh? Bueno, verás, la verdad es que…
-Es mentira ahora déjame sola.
-Tú no te ves muy bien que digamos, no puedo dejarte
sola.
-¡No quiero tu lástima!
-¿Lástima? ¿Y qué significa eso? El jefe jamás metió
esa palabra en nuestro diccionario
celestial. Llegando le preguntaré -sacó pluma y libreta, anotó la
palabra, ajena a la mirada de extrañeza de Regina.
-¿Jefe? ¿Diccionario celestial? ¿Qué significa eso? -preguntó Regina un tanto desesperada.
-No me hagas caso. Por poco… -dijo
para sí.
-Me retiro.
-Te acompaño.
-Ya te dije que no.
-No puedo dejarte ir sola. Está en el código
celestial, jamás abandones a una persona que necesita tu ayuda -lo
recitó cual si fuera un juramento.
-Otra vez estás diciendo cosas raras.
Y en el cielo.
-Pero que amiga tan atolondrada tengo.
Lululumi seguía
cometiendo error tras error, Regina la miraba con suspicacia.
-Lo escuché en una película y siempre quise decirlo.
Regina dio un
hondo suspiro de resignación al no entender lo que esa niña tan rara le decía. Se
sentó en una banca, Lululumi se sentó junto a ella.
-Dime cuál es tu nombre, si se puede saber -preguntó Lululumi. No obtuvo respuesta. Ante la
negativa recibida, ella alzó la vista al cielo mientras jugueteaba con sus
pequeños pies al momento de decirle a Regina- ¿No te parece que hoy es un día especialmente
hermoso?
-¿No entiendo?
Lululumi siguió
hablando sin detenerse a contestar la duda de Regina.
-No sé qué vaya a pasar conmigo mañana, pero sí sé que pasará conmigo hoy.
-¿De qué tanto estás hablando?
-Hoy estoy viva. Puedo sentir los rayos del sol sobre
mi piel, el viento jugueteando con mis cabellos, eso me hace sentir muy feliz -en su rostro se dibujó una gran sonrisa.
-Nunca había visto la vida de esa manera -alzó también la vista al cielo.
-Y dime ¿cuál es tu nombre? -insistió
Lululumi.
Regina quiso
abrir su corazón, pero sintió que si lo hacía sufriría más.
-Ya no me molestes, tú no sabes el dolor que estoy
sintiendo.
-¿Dolor? Cuantas palabras nuevas -anotó en su libreta una vez más-. Son
muchas cosas las que mi maestra tendrá que explicarme.
-¿Te estás burlando de mí? -se enfureció.
-Claro que no, el jefe digo el señor jamás permite
que nos burlemos de los demás, el respeto es muy importante.
-¿Señor? ¿Te refieres a Dios?
-Sí, así es -su voz
fue especialmente dulce al contestar.
-¿De verdad existe? -preguntó con tristeza.
-Tan verdadero es que por poco me castiga para toda
la eternidad -rió al
recordar su travesura al mismo tiempo que dio un suspiro de alivio por ser
perdonada por la misma.
-Te estás burlando de mí, vete no quiero verte.
Regina emprendió
el camino de regreso a su casa, Lululumi iba tras ella sin decir una sola
palabra.
-Ya deja de seguirme, por qué te importa lo que me
suceda, a mí me da igual.
Lululumi habló
entonces.
-Ese es el problema, no te valoras ni un poco.
-Qué importancia tiene eso, si voy a morir.
-Si crees en el jefe, digo en el señor no lo harás.
-Eso es mentira, él me ha abandonado, para él ya no
existo.
-Y si te dijera que estás en su pensamiento más de lo
que pudieras imaginarte.
-Te contestaría que estás loca, cómo puedes tú sin
conocerme, hablarme de esa manera, te detesto.
-Pero como te gusta utilizar palabras raras -se rascó la cabeza en señal de duda.
-Vete, yo voy a morir, no quiero saber más.
Lululumi se pudo
dar cuenta que dentro del corazón de Regina reinaba la desesperanza, eso la
hacía sentir triste; sin embargo, le infundió fuerzas para seguir insistiendo y
regresarle así las ganas de vivir.
Llegaron a casa de Regina, ésta tocó el timbre. Su mamá
abrió, se quedó sorprendida al ver a Lululumi.
-¿Quién es tu amiguita?
-Ella no es mi amiga y ya se va.
Lululumi pasó
por alto el comentario de Regina, se limitó a saludar a su madre.
-Buenas tardes señora.
-Anda pasa pequeña.
-Gracias.
-¿Qué pretendes? -preguntó Regina enojada.
Alicia había ido
en busca de galletas para Lululumi, cuando regresó descubrió a su hija
alterada. Estaba a punto de tirar el traste con las galletas, pero la
inesperada reacción de Lululumi la sorprendió.
-¿Qué rayos quieres?
Lululumi no dijo
nada, regresó a ver a los bocadillos, sólo se limitó a decir:
-¿Gustas?
Madre e hija se
sorprendieron.
-No me digas que no has probado las deliciosas
galletas que prepara tu mamá. Pues si no lo has hecho, no sabes de lo que te
pierdes ya que son deliciosas -dijo mientras
comía una.
Con la mano
temblorosa Regina tomó una galleta.
-Recuerdo que me encantaba comerlas, comía algunas,
las demás las escondía en mi cuarto.
-Hija…
-Te comprendo, porque saben deliciosas.
-Sí.
-Les traeré leche -dijo gustosa Alicia.
-Sí, por favor -pidió Lululumi.
Y en cielo todo
era observado con detalle.
-Mi querida amiga es una glotona, pero lo está logrando.
Había pasado ya
un largo rato, Lululumi se despidió.
-Me tengo que ir.
-Tan pronto -Alicia
deseaba que esa niña de carácter jovial se quedase un poco más.
-Me gustaría quedarme señora, pero no puedo.
-¿Vendrás mañana?
-Claro.
-Entonces preparare más galletas.
-Cuídate -le dijo
Regina a Lululumi mientras hacía el esfuerzo por sonreír.
-La sonrisa se ve hermosa reflejada en tu rostro
Regina -sonrió,
acto seguido se marchó.
-G-Gracias -se sonrojó. Estaba confundida por la presencia de Lululumi. Una vez que se fue, hubo algo extraño que notó- ¡Qué raro! -exclamó
en voz alta.
-¿Qué cosa?
-Sabía mi nombre. No se lo dije. Estoy segura.
-Entonces debe ser una niña muy especial -Alicia sonrió con una nueva esperanza.
Los días pasaron,
Lululumi no había dejado de visitar a Regina. Cierta noche en la que todo parecía estar como
siempre, Regina tuvo una recaída. Todo parecía indicar que de esa noche no
pasaría. Lululumi llegó a la casa sabiendo lo que pasaba así que cuando Alicia
le hizo saber el estado deplorable de su hija ésta no se sorprendió.
-Mi hija se muere los doctores han dicho que ya nada
pueden hacer por ella. Sólo que es mejor que esté en casa.
-No me gusta verla llorar señora -Lululumi trató de darle consuelo.
-Pero Regina está muy mal, no quiere verme, deseo
estar con ella.
Lululumi se
dirigió a la habitación de Regina.
-¿Puedo pasar?
-No, vete -dijo con
voz apagada.
-¿De verdad quieres que me vaya?
-Sí.
-Pues no me iré hasta que esas palabras salgan desde
el fondo de tu corazón.
Hubo un largo
silencio, después.
-Pasa…
-Lo sabía, eres muy necia.
-Acaso no te das cuenta de que ya no tengo mucho
tiempo de vida, parece ser que Dios se olvidó de mí.
Lululumi se
molestó, le soltó una bofetada.
-Tonta, mi jefe jamás te abandonaría -un
par de lágrimas se le escaparon.
Luego de la
bofetada recibida Regina parecía más calmada pero estaba confundida por esa
reacción.
-Pero estoy muy enferma.
-Estás enferma porque tú así lo has querido -dijo con firmeza.
-Pero…
-Escucha la fe mueve montañas. La fe cura enfermedades
por más incurables que éstas parezcan, por qué no puedes sólo creer sin ponerte
a cuestionar.
-Yo…
-Créeme Regina y te garantizo que tu enfermedad se
curara.
-¿Tú… de verdad lo crees?
-Te lo aseguro.
-Dime cómo le hiciste.
-¿Qué cosa?
-¿Cómo averiguaste mi nombre?
-Eh, bueno pues yo… y ahora cómo le hago para salir de ésta -pensó.
Al ver la cara
de angustia que puso Lululumi, Regina optó por cambiar el tema de conversación.
-No te preocupes que eso no importa, lo que sí tiene
importancia es que estás aquí, conmigo, gracias -cerró
los ojos, parecía dormida.
Al ver que Regina dormía placidamente,
Lululumi le acarició con delicadeza su
cabeza al momento de susurrarle unas palabras al oído.
-Claro que mi jefe no te ha olvidado y la prueba es
que me envió a mí para ayudarte -salió de
la habitación.
Regina abrió los
ojos con extrañeza por lo que había escuchado.
-¿Cómo está? -preguntó Alicia.
-No se preocupe ella va estar bien señora, ahora me
retiro. Adiós -sonrió con bonhomía.
Al otro día muy
temprano Regina se levantó con una gran felicidad al sentir cómo la mortal
enfermedad había salido de su cuerpo.
-¡Mamá!
-¿Qué pasa? -se asustó.
-Estoy curada, ya no me siento enferma. No sé cómo
pero lo estoy.
-Pero cómo, un momento… la niña.
-Es verdad aún no sé su nombre.
-Parecía saber que esto sucedería, ella me dijo adiós
como si ya nunca la fuésemos a ver.
-Tengo que buscarla.
Regina corrió deprisa
hasta el parque donde la conoció. Ahí la encontró sentada con la vista puesta
al cielo y jugueteando con sus pies. Fijó su mirada en Regina, ésta última se
alegró de haberla encontrado.
-Verdad que hoy es un día especialmente hermoso -dijo Lululumi.
Regina se sentó
junto a ella.
-Lo mismo me dijiste el día en que nos conocimos.
-Sí.
-¿Quién eres?
-Lo que importa es el mensaje, no el mensajero.
-A mí me importa tanto el mensaje como el mensajero.
Ni siquiera sé tu nombre.
-Mi nombre es Lululumi.
-Gracias Lululumi tú me salvaste de algo más que la
muerte. Me salvaste de mí y de mi egoísmo.
-No, yo no fui. Fue tu fe la que te salvó, la fe en
mi jefe.
-¿Tu jefe es Dios?
-Sí, así es -sonrió.
-¿Puedo pedirte un favor?
-¿De qué se trata?
-Cuando estés frente al señor le puedes dar las
gracias de mi parte.
-Si me permite estar junto a él después de haber roto
el trono celestial, te juro que así lo haré.
Regina sonrió.
-Te prometo que jamás volveré a dudar de él, no
importa en qué situación me encuentre.
-Así debe de ser.
Lululumi comenzó
a elevarse, dos grandes alas comenzaron a nacerle y una aureola resplandeciente
apareció en su cabeza.
-Adiós Regina, jamás te olvidare -se esfumó en el aire.
Regina tenía la
vista puesta en el cielo, se sentía feliz por haberla conocido. De pronto algo
cayó del cielo, lo cubrió con sus manos,
cuando las extendió fue una pluma de ángel lo que encontró.
-Gracias Dios por haberme mandado a uno de tus
ángeles a ayudarme a salir de mi autocompasión -oprimió con gran cariño la pluma contra su corazón.
Era el día de la
graduación, había cientos de aprendices
listas para graduarse, todas ellas ya portaban sus alas y sus aureolas.
-Lululumi lo lograste.
-Parece que así es Olokomoki.
-Nadie lo hubiera hecho mejor -le guiñó un ojo.
-No exageres o me lo tomaré en serio.
La graduación se
llevó a cabo, cuando le tocó a Lululumi pasar a recibir su certificado se
emocionó mucho.
-Lululumi ésta es tu medalla y tu certificado,
felicidades ya eres un ángel -dijo la
maestra celestial.
-¡Qué felicidad!
-Esa medalla hace juego con tus alas -Olokomoki la felicitó.
-Así es, claro que sí ¡Sí señor!
¡Guaua! Qué bonita historia. Me la comí de un solo bocado.
ResponderBorrarUna gran lección para todos. Y no cuento nada de la historia porque a eso le llaman Spoiler. Mejor que la descubran todos.
Muy bien, Adriana.
Hola, gracias por leerla y es un placer que te haya gustado.
ResponderBorrarMe pregunto quién me gusta más Lululumi o Regina ya que se ayudaron la una a la otra poniendo algo de su parte cada una. Gracias, un cuento que recordaré siempre. Mavi
ResponderBorrarEs un gusto que te haya inspirado esa reflexión. Lululumi es de las primeras historias que escribí.
BorrarMe pregunto quién me gusta más Lululumi o Regina ya que se ayudaron la una a la otra poniendo algo de su parte cada una. Gracias, un cuento que recordaré siempre. Mavi
ResponderBorrarGracias por leerla.
BorrarWow adriana que bella historia
BorrarQue bueno que te haya gustado.
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